Del “vacío conceptual” al “vacío cognitivo”. La confusión inducida por “el sentir”…


La Ciencia Política, tal y como ocurre con cualquiera de las Ciencias Básicas, esto es, la Física, la Química o la Matemática, incluso las mismas Ciencias Sociales, tiene sus propios conceptos. Miles de años de ejercicio en Filosofía Política y otro tanto en Teoría Política, permiten argumentar de manera sustantiva, necesaria y suficiente, el aserto anterior. Conceptos formales como Democracia, Representación, Participación y el hoy tan mentado Populismo, por ejemplo, habitan en el alma conceptual profunda de la Ciencia Política, sustanciando exposiciones, trabajos escritos, tanto de naturaleza articular como académica, en el amplio mundo del quehacer político cotidiano.

“El hombre es un animal político” afirmaría Aristóteles, de alguna manera siguiendo a su maestro Platón. Y desde la griega perspectiva, en la ciudad-Estado, “lo político” era parte esencial de lo social, más bien y ajustándose a la conceptualización de ese tiempo, “de la vida ciudadana” y, por ende, de la “vida buena”. La responsabilidad en la participación de la vida política de la ciudad, era obligación del “ciudadano”. Y al representar “lo político” también la lucha por el “poder” o, acaso, una “parte sustantiva” de aquel, por la fuerza de la costumbre lo político, en tanto lucha por el poder, se hizo parte de la vida cotidiana y, por ende, del discurso, también cotidiano.

La humanidad atravesó a griegos, persas y macedonios; lo hizo también al través de los romanos. Corrió junto al Gran Khan y a grupa del caballo maldito de Atila. Conoció a los hititas y nabateos, cada quien a su tiempo. Vio formarse monarquías absolutas, estados e imperios, hasta llegar al Estado Nacional. Se hizo republicana, luego liberal y tras la Revolución Industrial, construyó nuevas interpretaciones de ya antaños conceptos, a la luz de nuevos movimientos políticos, sociales y económicos. Nutrióse la política de lenguajes propios y un nuevo lenguaje, el lenguaje marxista, retomó y moldeó los mismos conceptos del pasado, dotándolos de nuevos ropajes, disfrazándolos de “nuevas concepciones”. Y así, el discurso cada más extensivo e intensivo de los “derechos del hombre” (nacido indubitablemente del lenguaje republicano), convirtió a la palabra de “todos para todos” en hecho público, decantándose en la prensa y en la conversación vulgar, más allá del claustro académico.

En este punto de inflexión, el concepto político se hizo parla estratégica en el político de oficio, deshaciéndose cada vez más de su contenido conceptual (y pido perdón si hubiese atisbo de requiebro redundante), para convertirse en figura discursiva, atada más a conveniencias que a intereses pedagógicos. Y así comenzó lo que definiremos como el “vaciamiento conceptual” y su correspondiente consecuencia: el “vaciamiento cognitivo”. En los políticos republicanos decimonónicos e incluso en los primeros años del siglo XX, era posible hallar con reiteración la fundamentación filosófica de citas, con autores sustantivos en la historia política humana. Con el devenir del tiempo histórico, tal sustanciación de citas se fue perdiendo y con la aparición del fablistán (conjugable en todas sus acepciones), gacetilleros, publicistas ligeros y más tarde el periodismo político amarallista, el uso y abuso de conceptos políticos formales, a veces más como etiquetas que como adecuación para la explicación de situaciones cotidianas en el mundo de la política real,  se hizo casi materia de obligante y de pasmosa recurrencia en la vida de los pueblos.

 

El uso contemporáneo de la propaganda con fines políticos; la eclosión en los medios masivos de comunicación; el aposentamiento en el patrimonio político cultural de ideologías y religiones (o ideologías funcionalmente religiosas o con pretensiones de tales, como el marxismo, el fascismo y el nacional socialismo), trajeron consigo el uso instrumental  de los conceptos políticos, en función de la lucha concreta por el poder. Hoy, hasta las organizaciones del crimen organizado, utilizan conceptos políticos según sea la adecuación estratégica a sus intereses hamponiles. Y allí están los neo enciclopedistas del periodismo internacional, arrequitándoles a conceptos como Populismo y Democracia, Libertad o Participación, otras acepciones conceptuales o acepciones variopintas, según sea “el sentir” de quien escribe o el que interese trasmitir a quien lee o escucha (con preeminencia de lo segundo, que hoy resulta más común que lo primero).

Así las cosas, se ha producido y, de hecho, se sigue produciendo, un intensivo “vaciamiento conceptual” a la luz de la Ciencia Política y como directa consecuencia, el “vaciamiento cognitivo” de importantes conceptos científico-políticos. Pero, finalmente, ¿Qué entendemos en estas líneas por ambos procesos? Veamos. Por “vaciamiento conceptual” entendemos la pérdida paulatina del significado formal (así como sus respectivos significantes) de un vocablo que se entiende en Ciencia Política como relativo a una materia específica, con ámbito propiamente definido y límites claros respecto de su aplicación. Por “vaciamiento cognitivo”, entendemos la consecuencia directa e inmediata de lo anterior, esto es, la perdida de sus contenidos formales y la presunción (asumible acaso definitivamente) de aquellos que el discurso de ocasión o los fines de algún artículo de prensa o trabajo escrito u oral (emitido por cualquier medio de comunicación), exijan al redactor o emisor, dadas sus propias e individuales circunstancias, creencias o intereses concretos.

En el entendido de que todo campo del conocimiento humano, ha experimentado, por evolución del discurso en la cultura humana, al través también de la inevitable socialización, “vaciamientos conceptuales” y, por ende, “vaciamientos cognitivos”  (un caso emblemático es el concepto “crisis” devenido de la Ciencia Médica y convertido en vocablo popular, utilizado “según se sienta” más que “se sepa” con certeza su significado real y ámbito preciso de aplicación), en el caso actual y con la Ciencia Política, resulta una verdadera ordalía interpretar su tejido conceptual, llegando a existir cierta libertad polisémica, por ejemplo en el caso de la Democracia y lo Liberal, pudiendo ambos conceptos significar “lo que convenga o sienta” o, en el peor de los casos, “sienta y convenga” a quien use (o abuse) de ellos.  

Sin querer escapar del ámbito general de estas líneas, un ejemplo palmario de los vaciamientos aquí referidos, lo constituye el concepto Populismo y su adjetivo sustantivado o sustantivo adjetivado, directamente derivado: populista o populistas. El ejercicio abusivo de la polisemia en este concepto ya resulta vulgarmente vomitivo, haciendo prácticamente imposible su determinación, ámbito y delimitación conceptual. De hecho, el trabajo para la definición formal de Populismo aún, a la luz de la Ciencia Política, sigue siendo materia sujeta a permanente discusión entre expertos.

Más allá del purismo arrogante que pueda atribuirse a estas líneas, nuestra intención es hacer ver en los contenidos expuestos en este blog, que la Ciencia Política tiene su propia estructura conceptual formal, con fundamento teórico y filosófico comprobable, y que no puede ser el ejercicio cotidiano del periodismo “sujeto a la libre expresión de las ideas”, constructor de algo más que la opinión pública, así como los avatares de la realpolitik, en sus afanes de la consecución del poder fáctico, los que fijen, establezcan o eliminen los contenidos conceptuales dentro de la Ciencia Política, produciendo en consecuencia la deformación cognitiva o la desaparición en ese sentido, de definiciones que han tardado siglos en construirse y compendiarse.

Decía Albert Einstein que la gente común prefería más creer que investigar, porque lo primero resulta evidentemente más fácil. Desde este anónimo rincón, mi gentil lector, le invitamos a “no creer” tan fácilmente; “sentir menos” e investigar más. El conocimiento no pesa y, lo que es más conveniente: constituye el único patrimonio inalienable e imprescriptible que cualquier ser humano puede poseer…Piense, pregúntese e investigue: deje de creer, solo por comodidad…Tal vez su vida se vaya en esta percepción supina de la realidad y lo que es peor: usted no lo sepa hasta el último instante…

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