El Chavismo, los "ismos" e Hispanoamérica: ejercicio teórico sobre una denominación.
Se derraman litros de tinta sobre “el chavismo”. Algunos lo llaman “ideología”; otros “construcción partidaria sobre el ideario de
un líder carismático dominador”; para algunos trasnochados “novedoso sistema político”;
y finalmente, para los “iluminati” de hoy día: “versión venezolana del socialismo
nuestroamericano del siglo XXI” Pero ¿Qué es el chavismo?¿Qué clase de análisis
admite desde la Teoría Política?¿Cuántos ejercicios conceptuales puede soportar?¿Aceptaría
una aproximación empírica soportada en los hechos? Sin pretender ser
presuntuosos, estas líneas se atreven a construir un modelo de aproximación,
basándose en los referentes empíricos disponibles, luego de la experiencia
propia de 22 años de ordalía, banderitas, discurseo escandaloso y frases
altisonantes, exclamadas en exordios verbosos y grandilocuentes, tanto de un
bando como de otro.
Comenzaremos por decir que el chavismo es una derivación nominativa,
surgida de la extensión del apellido (Chávez) de un líder que en, Hispanoamérica,
podría derivarse de un mandatario, un político de renombre o un héroe, fuese líder
carismático dominador o no. Cuando se trata de los primeros, se describe más
ampliamente como “una forma de hacer las cosas”, esto es, por extensión “un
estilo de gobernar”. Pero cuando se trata de un personaje de la categoría de lo
segundo, es decir, de un líder carismático dominador (del tipo de Hugo Chávez),
tratase más bien una manera exclusiva de percibir la realidad, actuar frente a
ella y resolver sus contingencias, tal cual lo haría un ungido por la
Providencia o un enviado por el mismo
Dios.
Caractericemos de manera general y en nuestra región latinoamericana,
cuantos “ismos” se derivan del “ismo” seminal. En principio diremos que suelen
derivarse de aquel, tres clases o tipos perfectamente visibles e intersectados
funcional y conceptualmente: el “ismo
clerecía”, el “ismo” político” y
el “ismo financiero, comercial y mafioso”.
El primero y más interesante, esto es, “la
clerecía”, agrupa a románticos e ideólogos, existiendo entre los primeros
(románticos) fieles seguidores quienes como grey, rinden un culto hacia el
líder carismático dominador cual si fuera un Santo Patrono, enviado de Dios,
quien además convive en ese espacio de la realidad inteligible que, en nuestro
continente, un movimiento literario llegara a bautizar como “realismo mágico”. En el segundo grupo, es decir, los ideólogos,
están los que elaboran un complejo constructo de ideas estructuradas, que
propalan primero como “ideario” y
tras la profundización de la doctrina, lo hacen como “ideología”, derivada esta última, fundamentalmente, de los múltiples
discursos del líder carismático dominador. Podríamos decir que el “ismo clerecía” dota de “religiosidad” al movimiento tras el
líder. Y si el líder muere: lo dota de un “legado”
y una “leyenda”, esto es, le construye
su propia “mitología”.
El “ismo político” nace de las
circunstancias que rodean la lucha por el poder, por parte del líder
carismático dominador y su posterior ejercicio cuando, definitivamente, lo
alcanza, sea por un evento de armas o no, ocurrencia que sus seguidores, a
instancias de los requerimientos clericales, convierten inequívocamente en
epopeya, hablada también invariablemente, en suerte de discurso épico patético
(Castro Leiva). El “ismo político”
termina concentrando a los políticos de oficio, actores naturales de la lucha
elemental por el poder y su reparto de cuotas. En el espacio del “ismo político” tiene lugar la fundación de asociaciones, círculos,
grupos gremiales o de ciudadanos, que devienen finalmente en partidos políticos
de representación exclusiva de la “ideología”
creada por los ideólogos y de “la
impronta de leyenda”, fruto de la
mente obnubilada de la clerecía. El “ismo
político” negocia el repartimiento de cargos, autoridad administrativa y
prebendas, derivados de la munificencia del líder o de su círculo más cercano. Podríamos
decir, de manera casi concluyente, que en el “ismo político” reside el poder político per se, soportado y en intersección
con el poder armado que directa o a través de terceros, ejerce el líder
carismático dominador. Cuando el líder muere, las construcciones políticas, esto
es, círculos, sindicatos o grupos, además de partido, terminan concentrando el
poder de movilización y representación, bajo el pretexto de ser ellas “las verdaderas y legítimas herederas del
legado del líder carismático”, legado que, por cierto, puede asumir cualquier
“rostro y forma” porque es total y
absolutamente indefinido, apelando, casi con obstinada reiteración, más a un
sentimiento que a un razonamiento objetivo.
El último de los “ismos”, admite
ser dividido en dos: el “ismo financiero
y comercial” y el “ismo mafioso”.
El “ismo financiero y comercial” lo
integran la oligarquía prebendada que se origina de manera natural de la
actividad política y permanencia en el poder del líder carismático dominador,
repartidor magnificente de prebendas a cambio de lealtades, a la que se suman
los empresarios y banqueros que, por evidente relación conchupante al poder,
terminan rodeando al líder y su entorno, enriqueciéndolo tanto él como a su circulo inmediato. El “ismo mafioso” surge de aquellas
relaciones subterráneas que tanto partido, como dirigentes y jerarcas de la
mesnada en el poder, terminan tejiendo a su favor con sectores non santos de la
sociedad existente y en función de sus intereses, diluyéndose cualquier límite
legal en la ejecución de sus prácticas habituales.
El castrismo, por desgracia cubano; el correísmo ecuatoriano, disfrazado de
“revolución cudadana”; el orteguismo tiránico que hoy oprime Nicaragua, bajo el
pretexto de ser heredero único de otro “ismo”, esto es, el sandinismo; el
morenismo mejicano; el hoy antaño peronismo argentino, el pinochetismo chileno
y el viejo perezjimenismo venezolano, son susceptibles de ser caracterizados
bajo el ejercicio planteado en estas líneas.
De este modo, siguiendo el razonamiento expuesto en líneas previas y
respecto del Chavismo, podríamos decir que existe un Chavismo Clerecía, religioso
e idólatra; un Chavismo Político, apegado a intereses políticos de poder y su
transacción; y, finalmente, un Chavismo Financiero y Comercial, además de
mafioso, que convive en conchupancia con el poder, más por el mantenimiento de
las prebendas otorgadas con ingencia y las riquezas obtenidas, que por
convicción o necesidad política.
Así las cosas, siendo el continente de los “ismos”, todos superficiales, más viscerales que ideológicos, obedeciendo,
casi con obsesión, a la fuerza de “los
sentires”, en demérito de aquella derivada de “los
saberes”, atados los primeros, en nudo inextricable, a la visión nebulosa y místico religiosa de nuestros pueblos, vale decir, a la impronta
pétrea del "realismo mágico", pasamos los años esperando milagros, rezando a
ídolos que, inexorablemente, terminan tambaleantes sus improntas políticas sobre débiles pies de barro, condenando a las gentes de estas tierras a
una suerte de sentencia, cuyo contenido y corolario, parecen rememorar aquellos vetustos versos de Don Pedro Calderón de
la Barca: “La vida es sueño y los sueños,
sueños son…”
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