La impronta del gamonal
Impronta
2. f. Marca o huella que, en el orden moral, deja una cosa en otra.
gamonal
2. m. Bol.,
Col., C. Rica, Ec., Guat., Hond., Nic., Pan. y Perú. cacique (persona que ejerce
excesiva influencia).
Iniciamos estas líneas con los
significados de los vocablos Gamonal e
Impronta, de acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española de la
lengua y, en líneas subsiguientes, explicaremos, desde nuestra historia
política nacional y la teoría política, como se imbrican ambos vocablos,
convertidos en conceptos políticos.
Ayer tarde se
hizo viral en la red social X (como la rebautizara el señor Elon Musk, su
actual propietario), un video en el que el alcalde del municipio Baruta, señor
Darwin González, desestimando una vez más el reclamo vecinal, actuara con
absoluta prepotencia frente a una exposición serena y respetuosa de una joven
profesional del Derecho, quien asumiese la palabra en una Asamblea de Vecinos,
promovida por quienes se oponen a la destrucción de una zona verde y que el
burgomaestre (quien sabe con qué secreta intención) se empeña destinar para la construcción
de unas canchas de Paddle.
Llamó
poderosamente la atención la actitud del alcalde, quien pareciera haber
olvidado que quienes lo colocaron en esa posición de poder, por segunda ocasión
además, fueron esos mismos ciudadanos, a quienes ayer trató como peones vegueros, desde la postura de un gamonal dueño de hato. Y a propósito de
tan destemplada actitud, escribimos estas líneas.
Desde las
preguntas ¿Qué motiva tan arrogante desplante, más allá de la “mascada pecuniaria” que pudiese haber
detrás? ¿Qué impulsa ese cambio sustantivo en los alcaldes de Fuerza Vecinal
hacia los electores en sus respectivos municipios, quienes los hubiesen
favorecido en dos oportunidades con el triunfo electoral? ¿Qué razones
plausibles, reiteramos más allá del estipendio que por concusión y cohecho
pudiera existir (y de lo que no tenemos pruebas concluyentes), pudieran estar
detrás de este comportamiento aprovechador, ofensivo y arbitrario, tal cual viejo
caudillo regional decimonónico?
Concluimos desde
la historia política nacional y la teoría política, que se trata de la
replicación del comportamiento de los matachines rojos, gamonales en el
ejercicio de poder nacional hoy, pero, más aún, desde el peso histórico que,
para los políticos de oficio locales, tiene, precisamente, lo que definimos
como “la impronta del gamonal”.
De acuerdo al
DRAE entendemos por “impronta” la
huella, acaso indeleble, que deja una cosa en otra, especialmente en términos
de reproducción de conductas morales y en el caso de un político de oficio,
huellas traducidas en discursos, políticas y acciones ejecutivas, una vez en el
ejercicio de un cargo público. Por “gamonal”
entendemos al “cacique” de un
pueblo o región, que se traduce en Venezuela en el “Mandamás regional”, en términos antañones, cual vulgarismo militar
de otro tiempo: “El toro que más mea en
el potrero”. Resulta un hecho incontrovertible, por el peso de la prueba audiovisual,
que el señor alcalde fue y ha sido poseído en este infortunado (para los
vecinos) segundo mandato municipal, por la definitiva “impronta del gamonal criollo”, que hunde sus raíces en nuestro bien
pretérito pasado histórico político y han reforzado hoy los “rojos madurociliares” como forma de
gobernar.
Desde 1812 y
hasta 1830, vivimos bajo la égida militar por imperiosas exigencias de la guerra,
trocando mentes civiles en morriones actuantes; afilando y alargando la pluma
para convertirla en lanza y sable; mezclando en el campo de batalla, sangre de
estadistas con tripas de asaltantes y, en consecuencia, dando a luz a unos
cuantos generalotes, con apremios de “pagos
por sus servicios” a corto plazo, pasando de la Patria “libre por recompensa” a la Patria “botín por imposición”.
Una vez eliminada
toda vista y realidad de “levitas y
parlamentos”, y sometida la impronta civil a la impronta militar, entre
1835 y 1859 algunos de esos “próceres de voz ronca, olor a pólvora y
tabaco”, loados siempre entre “laureles
y alamares” se dieron a la tarea de apropiarse de la parte del “botín” que les correspondía,
prevalidos, precisamente, de su “impronta
guerrera”, inaugurando un largo tracto histórico donde la titulación
doctoral, si acaso existiese, quedaba relegada a servir de bautizo intelectual para machetes de balandrones, en calidad de apellido cultural por añadidura. Y
así nació el gamonal regional, dueño y señor de regiones enteras; jefe militar y
civil, prevalido también de la fuerza militar que le proporcionaba una mesnada
salvaje, donde soldados y asaltantes de camino, aventureros y saqueadores de
toda laya, mantenían a raya la protesta vecinal y sometían a alcaldes, cuando
no eran ellos quienes ejercían abiertamente tal sometimiento hacia la indefensa
población.
Entre 1859 y
1865, los conflictos irredentos por el poder entre gamonales de charreteras
artificiales y propietarios de vidas y milagros del zoquete común, terminó por
hacer eclosión, deviniendo la Guerra Federal o Guerra Larga, conflicto civil
solo comparable a la turbamulta independentista, reproduciendo una nueva casta
militar, más abyecta y codiciosa que la anterior y, por ende, con su legión de
matarifes gamonales, con el añadido de un nuevo contingente de engendros,
propios de la violencia intestina: el miserable salteador de caminos y
saqueador de pueblos “por cuenta propia”.
Entre 1870 y
1899, las pugnas heredadas de y por las lealtades, los privilegios y el usufructo
de los haberes públicos, estableció la guerra entre gamonales regionales como
forma de dirimir conflictos políticos, sociales y económicos. Y para cuando la
guerra interna termina con un país definitivamente pacificado, bajo las
tiranías de “Los Compadres” en el
poder (primero el general José Cipriano Castro Ruíz y luego el general Juan
Vicente Gómez Chacón) inauguraron la era de “los
coroneles jefes civiles y militares”, y sus adulantes “bachilleres secretarios”, “Ño
Pernaletes y Mujiquitas” inmortalizados por Rómulo Gallegos en su novela
magistral “Doña Bárbara”.
Los coroneles
fueron sustituidos por dueños de hatos, dirigentes de los partidos
tradicionales, hechos jefes civiles y luego alcaldes, más tarde gobernadores de estado, pero bajo esa maldita impronta, acumulando derechos de pernada, exacciones,
concusión y cohecho, que con el advenimiento del sistema democrático,
alternativo y responsable, se creía haber deslastrado para siempre.
Si,
efectivamente, la impronta maldita del
gamonal, hoy exacerbada en un Estado-Mafia, específicamente en su administración
central y en estos alcaldes de Chacao, Baruta y El Hatillo, además de sus
colegas carmesí, quienes, día a día, parecen actuar obnubilados bajo la fuerza
indetenible de su presencia. La sombra del botín, antes que de la recompensa
moral por una impecable gestión; el interés de unos socios ocultos, quienes han
ejercido presión por sus “colaboraciones”
pasadas y presentes; y, acaso, finalmente, alcaldes presos del miedo, en
desesperado ejercicio de “raspar la olla”,
antes que llegue el indefectible final político.
Pareciera no
haber manera de escapar de nuestro sino y solo la actitud avilantada de unos
vecinos molestos por tanta añagaza, puede detener a estos burgomaestres con
arrestos de monarcas. Moverse, apelar a
los mecanismos que las mismas leyes-trampas, por ellos creados, permitan
brechas para impedir sus acciones. Solo así es posible detener al “gamonal”
siempre presente. Desde abajo y con fuerza, vecinos, exclamen como
Fuenteovejuna: “Todos a una”.
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