El conflicto político y el líder carismático dominador.

 

Thomas Hobbes señalaba, en su Leviatán, tres causas básicas del “conflicto de poder”, a saber, “…alguien cree poder más que otro; alguien cree ser más que otro; alguien desconfía de otro…”[1].  La confrontación por “ser y representar cada vez más”; aquella que surge de la “oposición de fuerzas”; y finalmente, “el efecto corrosivo de la desconfianza”, son causales de conflictos, devenidas todas del, por y para el alcance del poder, su ejercicio, pero peor: de su prestidigitación.

En otro orden de ideas, no existe relación humana que anclada en la pugna por el poder, no traiga consigo la potencialidad de un conflicto. Bachrach  y Barantz son terminantes en ese sentido, al afirmar que “…no hay relación de poder sin conflicto y que el conflicto se diluye en la misma esencia de las relaciones, aunque puntualmente aparece con fuerza…”[2]

Joseph Redorta ratifica esa naturaleza conflictual en el poder cuando afirma:

“…cuando se produce la escalada de un conflicto, este escalamiento transforma al propio conflicto convirtiéndolo en un conflicto de poder, que ya no tiene nada que ver con el detonante inicial o el conflicto subyacente. Así pues, de alguna manera, el conflicto reside en el ejercicio del poder.”[3]


De manera que todo conflicto, termina siendo un conflicto de poder; se trata de vencer o salir derrotado; de negociar o perder. 

El conflicto de poder  tiene una esencia, esencia que P.M Blau radica en la dicotomía libertad-poder. Afirma Blau: 

 

“…la esencia del conflicto de poder se basa en que los poderosos tienen interés en reafirmar su poder, mientras que las personas sobre las que tienen poder tienen interés en reafirmar su independencia. Esta sería una clara expresión de lo que podríamos llamar el “conflicto básico” que no sería otra cosa que la dinámica entre libertad y poder.”[4]

 

Esa esencia libertad-poder, la consideración inicial de que todo conflicto es también, esencialmente, un conflicto de poder, podría permitir identificar al conflicto político como un conflicto de poder. Por otra parte, las posiciones de dominación, generan pugnas de poder y estas posiciones, en sí mismas y de manera consustancialmente natural, alimentan la potencialidad del conflicto político. 

Igualmente, se ha dicho con asaz reiteración que la guerra, el conflicto social más grave, representa la política por medio de la acción de armas. Como argumento simétrico se ha dicho que la política es la guerra por otros medios; esta argumentación denota “…una fuerte connotación en la lucha política por obtener el poder…”[5]. De manera que a partir de los asertos antes expuestos, podríamos asumir, al menos a los fines instrumentales de estas líneas, que el conflicto político es, en esencia: un conflicto de poder.

El motivo de poder” en el conflicto político es “singular” porque todo conflicto de tal naturaleza, se reduce a sus extremos (a los del motivo de poder). Afirma Redorta sobre la naturaleza del motivo de poder”:

  

“…..la necesidad de tener impacto, control o influencia sobre otra persona, grupo o el mundo en general es una fuente de conflictos de poder. Ya es sabido que al poder se le opone resistencia pero ante esa motivación, la resistencia, a su vez, se combate y todo el proceso tiende a degenerar en conflicto o lucha por las cuotas de poder incrementadas. El autoritarismo, la jerarquización y la dominación son procesos muy vinculados al ejercicio continuado de poder.”[6]


Y hemos visto que el autoritarismo, la jerarquización y la dominación son los procesos inmanentes al liderazgo carismático dominador en funciones de poder. Ahora bien, siendo la resistencia la motivación de quien dominado aspira a ser liberado, es posible que en el seno de un sistema político bajo la dominación carismática, tenga lugar un foco de resistencia, foco de resistencia del cual es  también posible pudiese insurgir un líder carismático conductor de la acción de resistir. Afirma Weber respecto de esa situación:


“Si un mandato de una persona carismática se encuentra con el de otra persona que también reclama su validez carismática, se produce un conflicto entre líderes que solo se puede resolver con medios mágicos o con el reconocimiento (debido) de la comunidad. En ese conflicto, la razón está solo de una parte y el error que ha de ser expiado, de otra.”[7]   


En conclusión, el conflicto entre dos líderes carismáticos por la validez de su liderazgo[8], sea uno en funciones de mandatario y el otro en función de líder de la resistencia, configura un conflicto de poder, de naturaleza política y con la única solución que la derrota de uno y la victoria del otro, porque en el devenir de la relación conflictual y, más aún, a su término, la razón estará solo de una parte y el error será de obligante expiación de la culpa para la otra.[9] 

Ergo: El conflicto político entre líderes carismáticos dominadores, configura un juego no cooperativo, de naturaleza suma cero (J. Harsanyi).

 



 

[1] Redorta…Idem…Pág.130.

[2] Redorta…Idem…Pág.130.

[3] Redorta…Idem…Pág.131.

[4] Redorta…Ibíd… Pág. 102.

[5] Redorta…Ibíd… Pág.133.

[6] Redorta…Ibíd...Pág.138

[7] Weber…Ibíd…Pág.117

 

[8] “…la verdadera lucha por el poder no se realiza entre las masas y los líderes, sino entre los líderes existentes y los líderes nuevos, desafiantes y en ascenso.” Cita textual de Vilfredo Pareto en el artículo de Rosendo Bolívar Meza. Bolívar Meza, Rosendo; La teoría de las élites en Pareto, Mosca y Michels. Revista Iztapalapa. N° 52. Año 23. Enero-junio, 2002. Pág.391.

[9] “Cuando un tipo dominador (político) se enfrenta a otro tipo político estamos ante un choque de locomotoras; es un conflicto con seguridad muy duro donde la lucha puede llegar a ser a muerte en los casos más extremos. De hecho, la eliminación física del adversario político se produce en diversas ocasiones y en casos extremos.” Redorta…Idem…Pág.207.

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