“En cofre de vulgar
hipocresía,
ante la gente oculto mi
derrota,
payaso con careta de
alegría,
pero tengo por dentro
el alma rota….”
Con esta estrofa se inicia aquel grande éxito musical del inmortal cantante
mejicano Javier Solís, una de las voces más potentes del canto popular del
norteamericano país, infortunadamente muerto acaso por una (hoy día) nimiedad de salud,
pero que entonces fuese una dolencia muy grave, de la que, aun así, hubiese
podido salvar la vida, tan solo de haber observado estrictamente las órdenes
del especialista.
Pero no es sobre Javier y su enfermedad que queremos pergeñar ideas, sino
sobre el fructuoso narcotráfico, no solo en su patria sino en el resto de
América hispana. “En cofre de vulgar
hipocresía” gobiernos municipales, estatales y nacionales de nuestro amplio
continente, han pretendido guardar celosamente sus nexos inextricables con los
señores de la droga.
Elecciones, nombramientos municipales, diputaciones, procuradores,
fiscales, jueces, ministros y presidentes de nuestras naciones, al igual que
empresarios, banqueros y comerciantes de “alta
gama”, han hecho parte de las millonarias nóminas de los “lordstenant omnipotentes” del
alucinógeno polvo blanco y de su hoy "partner de privilegiado palco", en la macabra escena del vicio: el Fentanylo. Y toda la fuerza pública honesta de nuestra
tierra hispano continental, que ha intentado (una veces como fachada y otras
como esfuerzo legítimamente real) erradicar su existencia, “ante la gente oculta su derrota” como lo hace el payaso, en aquel viejo bolero del artista mejicano.
Pero, para mayor tristeza, no es posible erradicar lo “irradicable”, si se me permite esta suerte de irregular vocablo. En un continente que ofrece, ya casi sin cambios, una pobreza pasmosa, apenas unos pocos cientos son suficientes para
contratar y sobornar al más pío. El narcotráfico y sus negocios conexos como lo
son el tráfico de alimentos y medicinas (junto al horriblemente inmoral de mujeres, jóvenes y niños), representan hoy la nada despreciable
suma de cinco mil millones de dólares diarios. Para cualquier "estrellado o soleado" jefe de
nuestra fuerza pública, un millón de dólares es una fortuna nada despreciable y
eso no es sino 0,02% de la inmensa fortuna diaria que estos “señores del perico, los esclavos sexuales y la viagra verde”
logran diariamente.
Otra importante “fortaleza” que
hay que añadirle a esta “fructuosa
especie narco comercial” es la interpretación que la nueva “narco izquierda”, a instancias de los
inefables hermanos Castro (que en “Cuba
la bella” instalasen y desarrollasen desde 1986), propalase como ideológica
justificación de su “sociedad
socialista”: la “santa alianza” con los grandes cárteles de la droga en la
concepción y entendimiento de la droga como "arma estratégica revolucionaria", en la lucha contra el imperialismo.
La “revolución socialista” jamás
tendría éxito en una lucha militar convencional y frontal contra el
imperio norteamericano. Enfrentar al imperialismo en el campo militar, abierta y ofensivamente, sería, como lo afirmase en estos días un capo
político de la narco mafia roja venezolana: “…un
suicidio…”. En tal sentido y fruto de la parla discursiva justificadora de los
castrocomunistas: “Hay que debilitar al
imperialismo de fondo y por lo que le resulta más preciado: su población civil, especialmente la más joven. Hay que envenenar con la droga
a la juventud norteamericana, debilitarla y así convertir a sus fuerzas armadas
en especie humano-militar débil y abatible, capaz de generar su incapacidad orgánica
para articular su propia defensa, en medio de la alucinación y dependencia
producida por las drogas” Ese podría haber sido el discurso, mediante el cual expusiese, escuetamente, el Mausolo del Caribe, hoy yaciente para la eternidad, bajo su infernal peña santiaguera.
Estrategia, acaso obsesivamente seguida por Raúl, aunque por razones más “pecuniariamente” prácticas, el castrismo bajo su mando y dirección consolidó un sistema de
recepción, almacenaje y distribución de estupefacientes, que proporcionó al antillano castrismo y su Nomenklatura, un fructífero “know how” que parecen haber trasmitido convenientemente a sus aliados políticos del continente y probablemente les ha
permitido ser la cabeza pensante y actuante, en los tratos con los cárteles. Y aquí
estamos, en manos del Cártel de Sinaloa, por ejemplo, quien posiblemente ya tiene una
estrategia para reponer en el gobierno a Morales en Bolivia y así ir tras la “mina del Chapare” o mantener a través de los "restos farianos" y los "agentes elenos" una fructífera relación por carambola con el "patriotismo ascendente" del petrismo, hoy bien competida por y con su par del Cártel de Jalisco Nueva Generación.
Si no le vieran los primeros referidos, potencial alguno al regreso del indígena gobernante a su
trono original, ya estarían negociando con los uniformados bolivianos un “New Deal” con el mismo objetivo, porque
recordemos: para un zoquete de charreteras postizas, un millón en
la bolsa es fortuna; para el cártel es apenas lo contrario: una pírrica limosna
para un zoquete de charreteras artificiales...
Así las cosas, todos los que intentan vender las pocas capturas de drogas
como “importantes logros” en la lucha
contra el comercio y distribución de sustancias estupefacientes en la región, no son más que
“payasos con caretas de alegría”: mientras
ellos mueren en los operativos, mueren sus subalternos soldados o policías, sus
jefes negocian con los capos, recibiendo en el camino lo que para ello son
fortunas y para los capos de la droga, verdaderos “pelos de rata”.
Mientras, el resto honesto de la población, ciudadanos de un mundo que se
troca cada vez más podrido y más rodeado de necesidades, camina orgullosamente
erguido, propalando el discurso de la honestidad y la honradez a todo evento, por
desgracia, cada día, ese “cofre de vulgar
hipocresía” de nuestros políticos de oficio, hombres miserables de uniforme e ideólogos de la mentira y la corrupción, engrosa sus caudales con el oro munificente proveniente de los cárteles, languideciendo la población honrada de decepción,
ante el vacuo discurso por “la
preminencia de la honestidad” algunas veces trocada en "honestidad revolucionaria", expresiones altisonantes salidas de las bocas de una importante
mayoría de protagonistas de toda forma y pelaje, un verdadero e inútil ejercicio retórico, casi tanto como
hablar del saludable hábito del aseo, en medio de una montaña inconmensurable
de basura mal oliente.
Ni modo, los demás, los simples mortales en medio de la supervivencia,
quedaremos siempre, por dentro, “...llevando
sin remedio el alma rota...”….¡¡¡Lleva!!!
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