Cuatro corrientes, un destino: la polémica política vital hoy en Venezuela.
Las redes sociales resultan
fuentes de primera mano, asequibles inmediatamente, incluso a pocos instantes
de sucederse los hechos, en relación a la vida política nacional y para
quienes, esclavos de alguna grave dolencia, debemos permanecer en el encierro dentro de cuatro paredes.
Desde que se iniciase el proceso
llamado de elección primaria o primarias, de manera más general, se han
desatado en el país, soltándose sin freno, interesantes corrientes de opinión y
acción (algunas de las cuales ya se estuviesen mostrando desde el comienzo del año
2023), convirtiendo al evento en “EL EVENTO POLÍTICO DEL AÑO”, aun tratándose
de apenas una elección interna, de un grupo de partidos y movimientos
políticos, a los efectos de escoger su candidato único. El actor oficial ha
sido uno de los factores más importantes en la construcción de ese “protagonismo exagerado”, con sus
frecuentes ataques mediáticos y maniobras legales de todo tipo, en suerte de
histérico proceder, para impedir el proceso electoral primario, acaso por un
peligro potencial (que pareciera de hecho no existir): aquel que se deriva de
la pérdida posible del poder político en quien lo detenta, sobre todo si se ha ejercido
con omnipotencia, omnisciencia, arbitrariedad y abuso, y siente que tiene
que poner “sus barbas en remojo”. En suma, suerte de quien la debe: la teme.
Cuatro corrientes en
confrontación, se distinguen del examen de titulares, declaraciones, acciones y
procederes de importantes actores, no solo en el mundo político, sino también
en la esfera de los empresarios, industriales, banqueros, consultores y
negociantes de aventura, en todo el ámbito nacional. El Madurociliato, la Corriente Conchupante, la Corriente de la
Civilidad Democrática y la Corriente Confrontacional, son las que, a
nuestro muy modesto modo de ver, confluyen hacia el posible resultado de la
elección primaria, de llegar a realizarse el evento. Cuatro corrientes y un destino: polémica de tratamiento venezolano hoy.
Pasemos a caracterizar a cada una de ellas, reiteramos, desde la evidencia
empírica que ofrecen los medios y las redes sociales.
El Madurociliato o Corriente Madurociliar representa a “la organización” en posesión del
gobierno nacional, así como todas las instancias que le son tributarias por
interés, miedo o compromiso vital ineludible. Identificada comúnmente como “el chavismo” es posible que no se trate de la misma cosa in stricto sensus. Comporta esta
corriente a la Nomenklatura local, esto es, el Primer Mandatario Nacional,
Nicolás Maduro, su señora y Primera Combatiente abogado Cilia Flores, sus
familiares directos involucrados en la administración pública; los hermanos Dr.
Jorge Rodríguez Gómez y Msc. Delcy Rodríguez Gómez, así como sus socios, tanto internos
como externos; el diputado Diosdado Cabello Rondón, más todo el conjunto de sus
adláteres en la política civil; además hay que añadir a los señores miembros del
Alto Mando Militar, cada vez más identificados con la pareja presidencial (por
necesidad y compromiso vitales) y a la cabeza de los cuales se encuentra el señor
general en jefe Valdimir Padrino López. Haciendo causa común todos los
nombrados, por y para la conservación del poder político (si es posible ad infinitum), utilizan todos los
mecanismos disponibles en su arsenal, para que la elección primaria de la Plataforma Unitaria no
se realice, añadiendo otro actor foráneo, cuya esencia vital está
inextricablemente unida a la “existencia de la corriente madurociliar”: el Estado-Mafia castrista cubano, muy especialmente su
Nomenklatura gobernante.
La Corriente Conchupante, integrada, por una parte, por la oligarquía
prebendada del Madurociliato, esto es, empresarios, banqueros y comerciantes “creados” y enriquecidos bajo su mandato,
a la que hay que sumarle una caterva interesante de nuevos protagonistas, esto
es, consultores, asesores, banqueros, empresarios y comerciantes de vieja data,
quienes venidos a menos durante “el
gobierno madurociliar”, hubiesen, en algún instante entre el 2022 y el
2023 (creemos), llegado a acuerdos de “convivencia”,
se presume que a cambio de prebendas, ofrecimientos futuros o cuotas “desde ya” en el reparto de beneficios,
derivados de los “contactos y contratos”
hechos por efecto del ambiente “sanciones-bloqueo”.
Llama profundamente la atención el discurso de alguno de aquellos actores en esta
nueva parte de esta corriente, quienes, habiendo sido profundamente
antichavistas en tiempos del “Supremo y
Eterno”, hoy se desatan en zalemas hacia el Madurociliato, los más
descarados y los más moderados en edulcoradas filípicas, acerca del “promisor futuro económico” siempre
claro “si se dan ciertas condiciones”.
Esta corriente apuesta no solo por un “desastre
primario” sino por el triunfo madurociliar en 2024. Pudiera pensarse, muy
en criollo, que se “están jugando a
Rosalinda”.
La Corriente de la Civilidad Democrática ha existido en Venezuela en
todas las coyunturas importantes de nuestra historia política republicana. Más
específicamente en la historia contemporánea, figuró tras el fallecimiento del
señor general Juan Vicente Gómez Chacón, buscando la definición civilizada de
un nuevo Estado; emergió de nuevo en la transición que protagonizaran los
generales Eleazar López Contreras e Isaías Medina Angarita, cooperando con
aquellos tras el mismo objetivo; se nucleó en la Junta Patriótica entre 1957 y
1958, en el proceso de caída del régimen militar; se desplegó a lo largo de los
40 años de la democracia de partidos, siendo cada vez menos escuchada, por
cierto, en la medida que los partidos se transformaban en grandes centros de
negociado de contratos y sinecuras; y ha tratado, en más de una ocasión, de
hacer saber sus opiniones a lo largo de estos últimos 25 años, tracto político
de (y en) una muy extraña e indefinible (en lo teórico) construcción sistémico
política.
La Corriente de la Civilidad Democrática es aquella que propugna el
respeto a la institucionalidad democrática, entendiendo a la democracia como
forma de gobierno, con separación e independencia de poderes, respeto y
tolerancia a la opinión ajena, libre
expresión de las ideas y el derecho, siempre inalienable e imprescriptible, de elegir
y ser elegido a puestos públicos de representación, sin otros requisitos que
los que impongan la Constitución y las leyes de la República. Al propio tiempo,
en el respeto incuestionable a la vida y la integridad física, el rechazo
absoluto a la detención arbitraria, la tortura y la desaparición, la Civilidad Democrática apuesta por la
sustitución de las autoridades electas, mediante procesos democráticos, libres
y plurales. Infortunadamente, la Civilidad
Democrática representa la más débil y menos sustantiva de las corrientes en
confrontación, acaso porque la rabia y la frustración de un lado, por el
constante atropello y desparpajo de la claque gobernante, más el pavor y la
rabia como producto, en adición al importante cúmulo de violaciones a la más
elemental norma de Derecho Internacional, por el otro, lo que podría
convertir a los actuales titulares del poder, una vez perdido, en reos de
justicia mayor internacional, hacen de los extremos las posturas más
apetecibles. En suma: el miedo y la rabia, solo entrañan venganza.
La Corriente Confrontacional, como su nombre así lo indica,
representa la confrontación por todos los medios. Primero por la vía política y
luego, de ser necesario, por la vía de hecho, especialmente militar, la Corriente Confrontacional apuesta por el
juego suma cero, donde la derrota total del otro significa la victoria total
propia. Montada en la justa rabia (“arrechera”
a lo venezolano) por una pésima, agobiante y agostadora gestión pública
madurociliar, se afinca en la construcción de una corriente de resistencia tal
que el estallido material de un conflicto, en una suerte de choque de trenes,
con el apoyo de algún factor externo, acabe absolutamente con el Madurociliato,
extrayéndolo de raíz y, por tanto, reduciendo al chavismo a su mínima
expresión, en la errónea creencia de que chavismo y Madurociliato están
inextricablemente unidos. En esta tromba hay que señalar que hay de todo:
viejos políticos y aventureros de toda laya; gente torturada y presa, con hijos
muertos y/o desaparecidos; arruinados materiales por el abuso, más una
importante cantidad de gente en general, cansada de la pobreza endémica y el
sufrimiento indecible por la escasez, el pésimo estado de los servicios
públicos, el desempleo, los salarios de hambre, la depauperación de la moneda
propia y la hemorrágica emigración masiva.
Esas cuatro corrientes avanzan a
gran velocidad hacia “la intersección
primaria”, esto es, la Corriente del
Madurociliato tratando de impedir el proceso electoral de la Plataforma
Unitaria, temiendo y no queriendo el triunfo de la candidatura de la señora ingeniero
María Corina Machado, quien representa, sin la más mínima duda, la Corriente Confrontacional y que según
las más serias empresas encuestadoras, pareciera tener más del 70% de intención
de voto en ese proceso, pero que hubiese sido inhabilitada para las elecciones
presidenciales de 2024; la Corriente
Conchupante, que integrada por la caterva de socios de ocasión (aventureros,
bodegónicos o no, pescadores ocasionales en ríos políticos revueltos, colgajos,
adulantes y chivatos; políticos de oficio venidos a menos, obligados por la
limosna munificente madurociliar, más todos los seres abyectos cercanos a cero
en todo tipo de talentos pero cazadores del mango bajito de oportunidad),
marcha paralela a la corriente madurociliar, haciendo presión hacia y junto a
la primera, fundamentalmente porque de la fuerza de su mutuo caudal, depende la
llegada a buena desembocadura y el desplazamiento definitivo de la Corriente Confrontacional.
A todas estas, en medio de la
torrentera de aquellas tres potentes corrientes, avanza con sigilo la Corriente de la Civilidad Democrática, invocando
la paz, sugiriendo el voto como fórmula de cambio, demostrando su posibilidad,
en medio de un ambiente oloroso a deslave e inundación; tratando de sumar
voluntades en torno al cambio sin dolor, que amplíe “las fronteras de la Patria”, más allá de aquellos establecidos por
la fuerza de la mafia gobernante, “entre
los hitos de Tocorón y El Asamí”. Pero como una suerte de maléfica
constante pasional en nuestra historia política, es escuchada con sordina o, simplemente,
no es percibido su rumor cantarino. No se hizo en 1936 y menos en 1945; tampoco
en 1961, ignorándose por conveniencia desde 1986. No se le escuchó en 2002 y,
por añadidura, en 2015. Y hoy viaja con las otras tres corrientes, acaso como “honroso accesorio” con origen en un
tiempo más auspicioso, dejándola pasar como quien mira, distraído, el curso de
un río sereno e imperturbable.
Allá van las cuatro corrientes,
hacia el cruce del 22 de octubre, una creyéndose invulnerable porque su
procelosa presencia, adquiere valor y características divinas, casi que de
aguas bautismales cristalinas, porque “esta
es una lucha del bien contra el mal”. La otra, poseedora fáctica del cauce
principal, de fuerza arrolladora, incontenible, basándose en su primacía caudal
material (más de piedras, troncos, basura y barro, que de peces multicolores),
mientras, a su lado, su corriente tributaria por ubicación conveniente,
dispuesta está a unir sus fuerzas para evitar su desborde, porque se está
jugando sus “aportes” de hoy y
mañana. La corriente civil apenas discurre, como lo hace el viento entre los árboles...
Decía el general J.C. Salas
Gandolfi, importante tribuno de la era guzmancista “Venezuela es una vieja sempiterna que se empeña en caminar
obsesivamente hacia su pasado” y parece que vamos, una vez más, hacia allá. Sit fatum nostrum inexorabile…
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