Guerra y terror. El Corán y el Islam...(SEGUNDA PARTE)

 

1.      Breve descripción del Corán y su visión desde el fundamentalismo. Preceptos para la Guerra Santa contra el infiel. La Guerra Santa hoy.

“Allah es clemente y misericordioso”

Mahoma, La Meca, 619 DC.

“El Señor es clemente y compasivo, paciente y generoso, no un permanente acusador, ni un cultivador de rencor perpetuo”

Rey David, Jerusalén, 969 AC.

 

¿Cuál es el Dios único verdadero y eterno, creador de todo lo visible y lo invisible? ¿Quién y qué culto religioso puede atribuirse la unicidad de Dios y su prédica, como excluyente visión de la “verdad única”? Las citas con las que iniciamos son de rigurosa existencia histórica, para cada una de las creencias religiosas que las asumen. Lo sorprendente es su similitud conceptual: Javeth o Elohim, creencia del hebreo; Allah, convicción del musulmán; ambos: siempre clementes y compasivos. Ergo: el mismo Dios. Aun así, la tradición judeo cristiana apunta por un Dios propio distinto de Allah, aun cuando ambos, en el contexto de religiones monoteístas, son entidades únicas, pero, además, para los fundamentalistas islámicos: mutuamente excluyentes.

Un error teológico conceptual que tiene siglos, pero que sirve al propósito político de la guerra por el poder, porque para la fe musulmana, el Dios hebreo (Javeth, Elohim), el Dios cristiano (Dios) y Allah representan la misma entidad, solo que para el Profeta, él es su único e indiscutido representante y solo a él, el Dios único (Javeth, Dios, Allah), ha “revelado la verdad”. Así lo hace saber el Corán, el libro sagrado del Islam, ambos, libro y creencia, creaciones propias de Mahoma (Abū l-Qāsim Muḥammad ibn ‘Abd Allāh ibn ‘Abd al-Muṭṭalib ibn Hāšim al-Qurayšī): el Profeta[1].

Comencemos esta parte por citar, en la propia creación del Profeta[2], la explicación respectiva de los comentadores, acerca del nombre del sagrado libro:

“La voz Corán ó Kur’an quiere decir lectura. Con el artículo al, la lectura: libro, libro por excelencia. El Corán se llama también el kitab, el libro: kitab-ullah, libro de Dios; kelimet-ullah, palabra de Dios; el tensil, libro descendido de lo alto; el dhikr, amonestación; el forkan, distinción entre lo lícito y lo ilícito, lo bueno y lo malo; el mos’haf, el volumen (código por excelencia).”[3]

De modo que a partir de esta definición, el sagrado Corán representa la lectura, el libro y el código por excelencia, la ley, la palabra de Dios; el libro descendido de los cielos, que amonesta como premia, estableciendo la diferencia entre lo lícito y lo ilícito, lo bueno y lo malo; en suma: la verdad única que sirve para vivir e interpretar la realidad, con sus consejos e instrucciones, tareas y obligaciones, normas y principios,  acciones y reacciones, recompensas y castigos. El Corán es para el Islam, el libro de instrucciones para llevar la cotidianidad en todos los ámbitos. Seguirlo: signo de fidelidad. No hacerlo: el castigo y el fuego eterno por infiel.[4]

Dividido en 114 asuras (suras) o capítulos, se extiende por un número cercano a las 6.200 aleyas o versículos, considerando sin embargo este número aún como inexacto, por lo que los estudiosos musulmanes optaron por contar el número de palabras (77.934) y de letras (323.361). Respecto de la autenticidad del documento-fuente de este trabajo, afirman los comentadores:

“…cerrada la revelación con la muerte del Profeta (632) la redacción tuvo lugar alrededor del año 650, por mandato del tercer califa Utman, y existían muchos fragmentos recogidos por los amanuenses y discípulos en el momento en que los recitaba. Este es el texto que hoy se designa con el nombre de Vulgata. Contiene la revelación verdadera, y todo lo que se ha hecho para demostrar lo contrario, por contradecir estas normas o esta tesis, llámesele como se quiera llamar y en el transcurso de los siglos, ha sido tarea vana.”[5]

En la reproducción de la versión conocida como Vulgata, se pueden establecer dos grandes núcleos cronológicos, a saber, el núcleo de la Meca o Etapa Mecana  y el núcleo de la Medina o Etapa de la Medina. La Etapa Mecana discurre entre los años 612 y 622, mientras la Etapa de la Medina lo hace entre 622 y 632, año de la muerte del Profeta. Es en el tiempo de la Medina, en el que Mahoma se esfuerza, por su condición de hombre de Estado, en desarrollar las asuras y versículos con alto contenido normativo, por cuanto que se empeña en dotar de un marco jurídico a los fieles convertidos y en las regiones conquistadas. De allí que, a  la larga, el Corán se haya transformado también en fuente de Derecho para los islamistas y devenidas las comunidades islámicas en Estados nacionales, convertida la norma coránica en fuente natural de normas jurídicas, de allí podría derivarse su uso actual como instrumento de poder político, en una secuencia lineal y unidireccional: Corán-Ley única-Norma Jurídica-Ley- Poder Político-Estado-Acción de Estado-Gestión Pública.

Un caso muy interesante es aquel que representa Afganistán hoy, como emirato islámico y bajo el régimen Talibán. Uno de los grandes guías militares, políticos y espirituales de la revolución islámica en aquel país, fue el Mulah[6] Omar o Umar (por cierto el nombre de pila de uno de los primeros califas del Islam Umar ibn al-Jattab). Además de guía espiritual, jefe militar del Talibán, de distinguida trayectoria en su combate contra el invasor ruso, el Mulah Omar, con dramáticas heridas en el rostro (le faltaba un ojo y tenía una gran cicatriz, descrita por algunos como “imponente”), enseñaba con una versión del Corán que, según algunos de sus seguidores, él habría dicho databa del siglo XI. Ese Corán es el mismo que sirve de base religiosa, política, jurídica y cultural, al recientemente establecido Emirato Islámico de Afganistán. A partir de esa versión coránica, es que se formulan las políticas públicas y de Estado de ese reciente país islámico, así como se legitiman sus autoridades, en el liderazgo político y militar.

De manera que en el Islam radical y fundamentalista, el Corán es fuente del Derecho, y mientras más ortodoxa sea su interpretación, más severa será la imposición de la norma coránica y el castigo por trasgredirla. Volvamos a Afganistán dónde el trato hacia la mujer es, desde una perspectiva occidental “indigno e irrespetuoso” por decir lo menos. Con menos intensidad ocurre en Irán. Pero desde una perspectiva islámica ortodoxa fundamentalista ¿Es necesaria y suficientemente “un trato indigno”? Veamos. En la Asura Cuarta, aleya 38, el texto coránico establece:

“Los  hombres son superiores a las mujeres, a causa de las cualidades por medio de las cuales Dios ha elevado a estos por encima de aquellas y porque los hombres emplean sus bienes en dotar a las mujeres. Las mujeres virtuosas son obedientes y sumisas: conservan cuidadosamente, durante la ausencia de sus maridos, lo que Dios ha ordenado que se conserve intacto. Reprenderéis a aquellas cuya desobediencia temáis; las relegaréis en lechos aparte, las azotaréis; pero, tan pronto como ellas os obedezcan, no les busquéis camorra. Dios es elevado y grande.”[7]                                                                                                                                                                                                                                     

Conforme esta disposición coránica, las mujeres son inferiores, están supeditadas a sus maridos y si son desobedientes, el marido tiene derecho a azotarlas, solo pudiendo ser condescendiente si aquellas muestran sumisión absoluta. Esta es la visión fundamentalista de la ley islámica y, en consecuencia, su cumplimiento debe ser inexorable e incuestionable y, en tal sentido, lo “irrespetuoso e indigno” resulta más bien la falta de obediencia y el reto de las mujeres hacia la autoridad de sus hombres, sus señores, vale decir esposos, padres, hermanos mayores. Una postura de hace mil años es, sin embargo, una costumbre hecha ley por el Corán. De hecho, ambas percepciones, la occidental judeo cristiana y la oriental musulmana, representan visiones contrapuestas de una realidad equivalente hoy día, que bien puede presentarse como la agresión musulmana hacia la identidad femenina, esto es, una “agresión de género”, desde la perspectiva de Occidente o desde una perspectiva fundamentalista en Oriente próximo, una errada valoración, propia de los infieles, sin creencias, sin normas, sin profetas y sin fe, muy propia del Occidente decadente e infiel. La interpretación fundamentalista, bien puede servir a la construcción de una acción de guerra, mediante una simple invocación: “Hay que destruir o a lo sumo, intentar convertir al infiel o su corrupta existencia nos destruirá”.

 

i)                  Preceptos para la Guerra Santa contra el infiel.

 

La guerra es inmanente a la naturaleza humana, la evidencia histórica disponible es inconfutable. Como dirían en el taoísmo chino: “el ser humano es yin y yan, luz y obscuridad”. La situación ideal sería que el ser humano fuese “un ser de luz” pero la presencia de la obscuridad es inevitable y la guerra hace parte de esa “obscuridad”. Esencialmente vinculada al poder y su distribución, la guerra es el mecanismo más socorrido por la humanidad, para poner fin a los conflictos de poder y el conflicto por el poder político, es el motivo más común para la guerra.

 

Tradicionalmente, los pueblos semíticos del desierto fueron pueblos guerreros, enfrascados en constantes disputas por la posesión de la tierra, pero más profundamente, por la imposición de la dominación mutua (asimilable acaso como una forma de poder político) entre tribus y clanes, una veces a través de la espada, otras a través de las transacciones monetarias y comerciales. Los avatares de la guerra supusieron en más de una ocasión, alianzas de toda naturaleza y hubo alianzas entre judíos y clanes árabes idólatras, concretamente en las ciudades de la Meca y Medina, para favorecer a unos y otros reyes árabes, especialmente contra el monoteísmo islámico.

 

Abū l-Qāsim Muḥammad ibn ‘Abd Allāh ibn ‘Abd al-Muṭṭalib ibn Hāšim al-Qurayšī ,  castellanizado simplemente como Mahoma, nacido en el 570 DC, creció en el seno de una familia árabe (por cierto de las más prestigiosas de la ciudad de La Meca, fundamentalmente por el comercio) y sufrió en carne propia desde niño, pero más aún desde joven, los altibajos del comercio local por efecto de las guerras y, al propio tiempo, la persecución por sus afanes religiosos monoteístas, al mejor estilo cristiano y judío.

 

Acaso esas guerras y su posible encuentro con un hombre religioso de nombre Bahira y quien, según algunos biógrafos del Profeta, le hubiese enseñado las sagradas escrituras judeocristianas y su tradición histórica sagrada, hayan provocado en el joven Mahoma la necesidad política de la unificación del pueblo árabe, en torno a un solo conjunto de valores y creencias[8]. Una importante cuantía de filósofos musulmanes, estudiosos del Islam y comentadores de su historia, no gustan de esta referencia a Bahira, por cuanto desde allí, podría restársele importancia al carácter “divino” de la relación de Mahoma con Dios, suponiendo la creación del pensamiento religioso que dio origen al Islam, una derivación “muy humana” por cierto, de las enseñanzas de Bahira, motivadas además en la necesidad política, más que divina, de nuclear al pueblo árabe, acabar con el fraccionalismo tribal e imponer un solo liderazgo político y militar sobre un pueblo que habría demostrado, con creces, su habilidad para el comercio y las artes, faltándole solo un norte, un sistema común de valores y creencias, así como, reiteramos, un liderazgo político y militar fuerte.

 

Mahoma emprendió, con sus primeros trescientos seguidores, una acción armada contra Medina y más tarde contra la Meca, buscando la unificación del pueblo árabe bajo una sola fe religiosa que, a su vez, prescribiera un orden político, económico, militar y social. Contra el politeísmo, declaró su fe monoteísta como “la única verdad”, siendo sus enemigos “enviados de Satán”. Así Mahoma impuso su fe, esto es, por vía de la acción militar, en términos más simples: por el hierro de la guerra.

 

En el año 627 DC tuvo lugar “la batalla de la trinchera” en torno a una Medina ocupada por los musulmanes[9]. Abú Suf Yán, señor idólatra de Meca, habría emprendido un ataque contra la ciudad, infortunadamente apoyado por la tribu judía de Banu Qurayza, haciendo entonces que los musulmanes no solo declararan infieles a los judíos, sino que los hicieran presa de su persecución posterior. Mahoma y sus musulmanes ganaron la batalla y desde allí, comenzaron su llamada “Guerra Santa” o “Yihad” (Jihad o Yijad en otros escritos) por toda la península arábiga. La “Yihad o Guerra Santa” fue  llamada de ese modo, por cuanto se trataba de una acción de guerra dirigida contra los infieles, en nombre de Allah, todo poderoso, para la propagación de la verdad única, en los versos y la voz del último de sus profetas, además de líder político y militar incuestionable del pueblo árabe: Mahoma.

 

En el sagrado libro, tanto judíos y como cristianos son declarados infieles, parte inequívoca de aquellos de “los que no conocen nada” porque se niegan obedecer y creer en la verdad única, que, por cierto, también incluye a los árabes idólatras. Dice el libro sagrado en el Asura Segundo, aleya 107:

 

“Los judíos dicen: los cristianos no se apoyan en nada; los cristianos, por su parte, dicen: los judíos no se apoyan en nada; sin embargo, unos y otros, leen las Escrituras; los que no conocen nada emplean lenguaje semejante. El día de la resurrección, Dios decidirá entre ellos acerca del objeto de la disputa.”[10]

 

En las aleyas 129 a 131, del mismo Asura Segundo, Mahoma deja clara su fe como única creencia, que engloba además a todas las creencias monoteístas, lo que permite abjurar de la creencia propia y convertirse al Islam, aun siendo cristiano o judío. Dice la aleya 129:

 

Se os dice: Sed judíos o cristianos y estaréis en el buen camino. Respondedles: Somos más bien de la religión de Abrahán (sic), verdadero creyente y que no era del número de los idólatras.”[11]

 

Y en la aleya 130, ratifica su fe como la fe de todos los profetas, que confluyen en él, último profeta de los elegidos de Dios:

 

“Decid: Creemos en Dios y en lo que nos ha sido enviado de lo alto a nosotros, a Abrahán (sic) y a Ismael, a Isaac, a Jacob, a las doce tribus; creemos en los libros que han sido dados a Moisés y a Jesús, en los libros concedidos a los profetas por el Señor; nosotros no establecimos diferencias entre ellos y nos abandonamos a Dios.”[12]

 

Cierra en la 131 con la posibilidad de la conversión:

 

“Si ellos (los judíos y los cristianos) adoptan vuestra creencia, están en el camino recto; si se alejan de él, hacen una excisión (sic) con nosotros; pero Dios os basta, entiende y sabe todo.”[13]

 

La argumentación anterior permite empezar a introducir los preceptos específicos para la “Guerra Santa”, comenzando con el Asura Segundo, aleyas 186 a 189, que transcribiremos de seguidas y sin interrupción, para dar al lector una idea de conjunto y de la resolución musulmana, una vez emprendida una guerra bajo este principio de santidad:

 

Aleya 186: “Combatid en la senda de Dios contra los que os hacen la guerra. Pero no cometáis injusticia atacándolos primero. Dios no ama a los injustos”[14]

 

Aleya 187: “Matadles doquiera que los halléis y expulsadles de donde ellos os hayan expulsado. La tentación de la idolatría es peor que la carnicería en la guerra. No le libréis combate junto al oratorio sagrado, a no ser que ellos os ataquen. Si lo hacen, matadlos. Tal es la recompensa de los infieles.”[15]

 

Aleya 188: “Si ponen término a lo que hacen, en verdad Dios es indulgente y misericordioso.”

 

Aleya 189: “Combatidles hasta tanto no tengáis que temer la tentación y hasta que todo culto sea el del Dios único. Si ponen término a sus acciones, entonces no más hostilidades, a no ser contra los perversos.”

 

Los preceptos anteriores, los primeros citados en el sagrado Corán respecto de la “Guerra Santa”, son absolutamente claros; transcritos como mandato, en segunda persona del número singular, en idioma castellano, podrían resumirse en la siguiente declaración: “Combate al infiel doquiera que lo halles; mátalo con resolución y al que quede vivo, expúlsalo de dónde te hayan expulsado; si se convierte, cesa las hostilidades, pero no dejes de combatir, hasta que la creencia en el Dios único sea total y, aun así, continúa matando a quienes sean considerados perversos.”

 

Las alusiones al paraíso eterno por la muerte en el combate durante la “Guerra Santa” son muchas y variadas. Si nos remontamos en el tiempo y observamos lo agreste y poco productivas que pudieran haber sido aquellas tierras desérticas, el paraíso mahometano es un jardín munificente, cruzado por abundantes corrientes de agua fresca, flores de hermosos colores, así como frutos de sabor y olor mejores a los de la tierra, en un clima siempre benigno, refrescado además, eternamente, por templada brisa.

 

Habitado por “mujeres sin mácula” dispuestas a la compañía masculina, máxime si se trata de mártires guerreros muertos por y en la fe, el paraíso es un eterno disfrute que existe solo como recompensa para quien cree y se sacrifica por el Islam, combatiendo además en la tierra contra los súcubos de Satán. Por eso para el fundamentalismo musulmán, aún hoy, la muerte en combate es una bendición: tras aquella solo espera al combatiente fallecido un paraíso esplendoroso, por y para toda la eternidad.

 

Respecto del conjunto argumental anterior, sea propicio citar de la Asura IV, las aleyas 76 y 78:

 

Aleya 76: “Que los que sacrifican la vida de aquí abajo por la vida futura, combatan en la senda de Dios; que sucumban o que sean vencedores, les daremos una generosa recompensa.”[16]

 

Aleya 78: “Los creyentes combaten en el sendero de Dios, y los infieles en el camino de Tagut. Combatid, pues, contra los fautores de Satán y, en verdad, las estrategias de Satán serán impotentes.”[17]

 

En el Asura XLVII, atribuido en su totalidad al propio Mahoma, ya tomada La Meca, en proceso de la continuación de la “Guerra Santa”, corre en las aleyas 16 y 17, una muy interesante descripción del paraíso, que espera a quien entrega la vida por el Islam, la verdad única:

 

Aleya 16: “He aquí el cuadro del paraíso ha sido prometido a los hombres piadosos: arroyos de agua que no se malea nunca, arroyos de leche cuyo gusto no se alterará jamás, arroyos de vino, delicia de los que beban.”[18]

 

 Aleya 17: “Arroyos de miel pura, toda clase de frutos y el perdón de los pecados. ¿Será así también para el que, condenado a la mansión del fuego, tenga que beber agua hirviendo que le abrazará las entrañas?”[19]

 

El Asura XLVII es el que contiene las referencias más explícitas a la “Guerra Santa”, en tanto sufrimiento a infringir a los infieles, como recompensas al combatiente creyente e invocaciones a la venganza eterna. 40 aleyas o versículos, de la autoría del propio Profeta, indican acciones de castigo concretas, así como arengas al valor del guerrero. Habiendo previamente transcrito los contenidos de la 16 y la 17, describiendo vívidamente el paraíso que espera a quien ofrenda su vida en batalla, pasemos a considerar las aleyas que estimamos más significativas y de mayor actualidad, a juzgar por el desarrollo de los acontecimientos y los actos de cruel venganza en la frontera sur de Israel, más allá de un conflicto milenario, agudizado además en los últimos 75 años.

 

Para el Profeta, no solo los versículos del Asura XLVII, sino en casi todo el texto coránico, el fuego ardiente, la muerte y el sufrimiento por su causa, como elemento purificador de las almas de los infieles, así como instrumento de castigo sobre sus posesiones terrenales, tiene presencia permanente. Expresiones como “arderán en el fuego eterno”, “quemaréis sus villas y sus casas”, “los veréis arder derrotados”, “el fuego purificador de Dios” o  locuciones similares, pueden ser vistas a lo largo del texto y en particular en el Asura del que citaremos algunos de sus versículos. Así como el agua cristalina, los ríos de leche y miel, los frutos dulces y la brisa fresca pertenecen al paraíso, el fuego es propio del infierno y como castigo divino, ha de caer sobre los infieles.

 

Acaso esas referencias puedan explicar la obsesión por quemar todo a su paso, en las acciones desplegadas por Hamás en los kibutz de la frontera sur de Israel, por ejemplo. Más allá del efecto propagandístico que estas actividades de terror masivo y sobre la población civil pudieran tener, el trasfondo pudiera ser el uso instrumental de las enseñanzas coránicas, en función de objetivos militares y políticos. Dicho de otra manera: pudiera no haber en Hamás interés alguno en una “Guerra Santa”, en el sentido mahometano de la lucha, sino el uso de un precepto coránico, de más de mil años de antigüedad, para mover a sus combatientes más fanáticos, hacia la comisión de actos calificables de terroristas por Occidente[20].

 

Como ya dijésemos al inicio, hemos escogido una muestra de las 40 aleyas, del Asura XLVII, en atención a los siguientes criterios de agrupación:

 

a)      La única fe y su último Profeta (Aleyas 1 y 2).

b)     La muerte al infiel; el secuestro de aquellos y la destrucción sus bienes (Aleyas 3,4 y 5)[21].

c)      Las invocaciones a creyentes y no creyentes (Aleyas de 8 a la 13; 19 a la 21; 84 a 88).

d)     La apostasía (Aleyas 24 a 27).

 

Comencemos su transcripción y revisión:

 

Aleyas 1 y 2, trascritas juntas y en un solo texto, respecto de la única fe:

 

Dios extraviará las obras de los que no creen y de los que apartan a los otros de su camino”

“En cuanto a los que tienen fe, practican el bien y creen en lo que ha sido revelado a Mahoma (y esto es la verdad que proviene del Señor), Dios borrará sus pecados y tornará sus corazones rectos.”[22]

 

En suma: Dios es uno solo, Mahoma es su único Profeta y aquel que crea en él, será perdonado por el Señor. Una máxima constante en la tradición judeocristiana, cuando se hace hablar a los profetas de la fe.

 

Para quien así no lo haga y permanezca en la ceguera de la infidelidad, las Aleyas 3, 4 y 5, contienen lo que le espera. Aquí las transcribimos en un solo bloque:

 

“Será así, porque los infieles han seguido la mentira y los creyentes han seguido la verdad que les provenía de su Señor. Así es como propone Dios ejemplos a los hombres.”

 

“Cuando encontréis infieles, matadles hasta el punto de hacer con ellos una carnicería y estrechad fuertemente las trabas de los cautivos”[23]

 

“Luego ponedlos en libertad o entregadlos mediante un rescate, cuando la guerra haya cesado. Obrad así. Si Dios quisiese, triunfaría de ellos por sí mismo: los exterminaría; pero os hace luchar  para probaros a unos por otros. Los que hayan sucumbido por el camino de Dios, Dios no hará perecer sus obras.

 

Deliberadamente hemos colocado las dos aleyas inmediatamente precedentes, en negrillas. Justifica Mahoma la muerte del infiel en batalla y mediante una “carnicería ejemplar”; al propio tiempo, lo hace con “el secuestro y la solicitud de rescate por los secuestrados”, ratificando que Dios podría hacerlo por su propia cuenta, siendo todopoderoso, pero lo deja a sus guerreros “para que se prueben unos a otros”, en la observación absoluta de la letra de sus preceptos. Estas dos aleyas y el uso del fuego infernal como castigo y que refiriésemos en líneas previas, podrían explicar las acciones de los militantes de Hamás, en los kibutz judíos, el 7 de octubre de 2023.

 

Examinemos los hechos de una manera general: hubo una carnicería, en donde mataron a hombres, mujeres y niños, quemaron todo lo que pudieron quemar y se llevaron cerca de 200 rehenes, por los que tenían intenciones de cobrar rescate. Para cristianos y judíos, sobre todo en el mundo occidental u occidentalizado: actos terroristas, criminales y condenables, que claman a la más elemental justicia humana. Para los musulmanes fundamentalistas (Irán mediante): actos de guerra, en el contexto de la “Gran Guerra Santa” contra Israel y los infieles, ajustados al derecho de guerra musulmán, de inequívoca tradición mahometana.

 

En el campo de las invocaciones, introducimos las aleyas de la 8 a la 13, que transcribimos utilizando el mismo método, al que ocurriésemos con las otras:

 

“¡Oh creyentes! Si asistís a Dios en su guerra contra los malvados, él también os asistirá y dará firmeza a vuestros pasos.”

 

“En cuanto a los incrédulos, ojalá perezcan y ojalá haga Dios nulas sus obras.”

 

“Esta será la retribución de su aversión por las revelaciones de Dios, ¡Ojalá aniquile sus obras!”

 

“¿No han atravesado nunca esos países? ¿No han visto cual ha sido el fin de sus antecesores que Dios exterminó? Una suerte análoga espera a los infieles de nuestros días.”

 

“Es porque Dios es el patrono de los creyentes y los infieles no tienen patrono.”

 

“Dios introducirá a los que creen y obran el bien, en los jardines bañados por corrientes de agua, en cuanto a los infieles que gocen, que coman como comen los brutos; su morada será el fuego.

 

En suma, estas primeras aleyas de las que hemos agrupado en las “invocaciones”, convocan al creyente a luchar contra el infiel, a quien Dios tiene reservado, por no tener “al único y verdadero patrono espiritual”, la imposibilidad de acceder al paraíso y sus cristalinas corrientes de agua y al que, por el contrario, sí tendrán acceso los creyentes. Finalmente y una vez más, Mahoma condena a los infieles a su única morada posible: el fuego.

 

Y continúan las invocaciones, esta vez a los que aún dudan, en las aleyas 19, 20 y 21[24]:

 

“Dios no hará más que aumentar la buena dirección de los que siguen el camino recto y les enseñará lo que deben evitar.”

 

“¿Qué esperan pues, los infieles? ¿La hora que surgirá repetidamente? Ya han aparecido algunos signos de este día pero ¿De qué les servirán las advertencias?”

 

“Sabed que no hay más dios que Dios; implora de él el perdón de tus pecados, de los pecados de los hombres y de las mujeres que creen. Dios conoce todos vuestros movimientos y el lugar de vuestro reposo.”

 

Que esperan lo infieles para convertirse, “ya se ven ciertos signos” de la llegada del Señor, la fe única. Solo los creyentes tendrán el perdón y si dudasen: sabed que Dios no solo conoce todos vuestros movimientos, sino que, admonitorio: conoce el día y lugar de vuestra muerte.

 

Y respecto de la apostasía, dice Mahoma en sus aleyas 25 y 27, especialmente a los creyentes que tuviesen intenciones de ser apóstatas[25]:

 

“Son hombres a quienes Dios ha maldecido y hecho sordos y ciegos.”

 

“A los que vuelven atrás después de haberles aparecido claramente la dirección verdadera, Satanás les sugiere y dicta y su conducta.”

 

Infieles por partida doble, es decir, la traición y la incredulidad: “Satanás les sugiere y dicta y su conducta.”

 

Y concluye el Profeta con sus invocaciones más relevantes a los creyentes, no creyentes y apostatas, al filo terminal del Asura XLVII, aleyas 34 a la 38[26]:

 

“Aquellos que no creen y que apartan a los demás de la senda de Dios, los que se han separado del apóstol de Dios, los que se han separado del apóstol de Dios después que la verdadera dirección les ha aparecido claramente, esos no podrán dañar de ningún modo a Dios, pero Dios puede aniquilar sus obras.”

 

“¡Oh creyentes! obedeced a Dios, obedeced al profeta, no hagáis nulas vuestras obras.”

 

“Dios no conocerá el perdón a los infieles que han procurado apartar a los demás del camino de Dios y han muerto en la infidelidad.”

 

“No mostréis cobardía y no llaméis a los infieles a la paz cuando sois los más fuertes y Dios está con vosotros; no os privará del premio de vuestras obras.”

 

“La vida de este mundo no es más que un juego y un pasatiempo. Si creéis en Dios y le teméis, os dará vuestra recompensa y no os pedirá nada de vuestros bienes.”

 

Este último conjunto de aleyas que hemos agrupado, de nuevo, en las “invocaciones” también ofrece dos singularidades dignas de mención, a saber, la titularidad del único apostolado de Dios en Mahoma, así como la ratificación de ser el único y último Profeta de Dios en la tierra. En segundo lugar, pero no menos importante, está la reiterada mención de “las obras” y “los bienes”. Es una constante de los pueblos semíticos del desierto, especialmente en aquellos siglos entre el 7 y el 11, la preocupación constante por la acumulación de riqueza material y las acciones que se emprendiesen para lograrla.

 

La riqueza material, consistente en bienes de todo tipo, semovientes (camellos y cabras) y , sobre todo, oro y piedras preciosas, daban al clan o la tribu a la que se perteneciese, particular respeto y, sobre todo, consideración a la hora de la repartición de cuotas de poder político. En este sentido, el poder hacer (obras) y los frutos de aquel “poder hacer” (bienes), eran esenciales, tanto para árabes, como para judíos y cristianos (Dhyma), que se asentasen en aquellos parajes desérticos.

 

De ahí que un castigo comparable a una suerte de “maldición divina” estaría representada, sin duda, en la pérdida de “obras y bienes”, porque la falta absoluta de ambas, convertiría la existencia de quien las padeciese, en un verdadero “infierno en la tierra”, al pasar a formar parte inequívoca de la miríada de parias habitantes del desierto, sometidos a la humillación permanente de todos y, lo que es peor, susceptible de ser convertidos en esclavos.

 

Es así como en ese conjunto de aleyas antas citadas, los infieles siguen siendo sujetos de castigo al no convertirse, castigo que podría derivar en la destrucción de sus obras y bienes, suerte que también podrían compartir aquellos renunciantes a la creencia del Dios único y Mahoma como su único profeta, esto es, de nuevo, los apostatas. Todo infiel, doquiera que se halle, debe ser destruido, sin embargo, si el mahometano no lo lograse, no debe mortificar su alma: Dios lo hará eventualmente, sobre sus bienes y obras.

 

Hemos deliberadamente escrito la aleya 37 en negrillas, porque esta invocación del propio Profeta, es clara: “No mostréis cobardía…” y “…no llaméis a los infieles a la paz cuando sois los más fuertes…”. Y la terminante locución: “Dios está con vosotros…”. Interesante por su seguridad, ofrece la guerra eterna al infiel, porque siempre habrá garantía de vencer, siendo los más fuertes, pero aún más: porque Dios está “con vosotros” y cabe preguntarse ¿Cómo ganarán vuestros enemigos si tenéis un aliado tan formidable?

 

La aleya 37 de fondo, tiene un sorprendente parecido con los versículos 31 a 33 de la sagrada Biblia, en Romanos, versículos que nos permitimos transcribir aquí:

 

31. ¿Qué, pues, diremos a esto? Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros? 

32. El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?

33. ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. 

 

Y la primera parte de la aleya 35, un trasfondo también sorprendentemente parecido con el versículo 33 de la sagrada Biblia: “¡Oh creyentes! obedeced a Dios, obedeced al profeta…”

 

De estas similitudes es posible colegir (al menos inicialmente) que el Profeta perseguía no solo la creación de un nuevo credo religioso monoteísta para los pueblos árabes, sino la creación de un único y exclusivo nuevo credo monoteísta, fundado en todas las sagradas escrituras existentes, de sólidos credos monoteístas existentes en su tiempo y como fusión definitivamente única de todas las creencias asociadas a ese credo, esto es: un sistema único de valores y creencias,  impuesto además por la fuerza de la espada tanto a árabes, como a cristianos y judíos, así como a todos los considerados infieles, doquiera que tuviese lugar la “Guerra Santa”.

 

Bajo esas banderas cubrieron la totalidad de la península arábiga, alcanzaron hasta el sur de la península ibérica y al África sahariana y sub sahariana. Y más tarde, permitió a Suleimán, El Magnífico, la construcción de su imperio otomano. Bajo el pretexto de la conversión de los infieles bajo la única fe musulmana, la guerra sirvió para la catequización del mundo conocido. Pero cabe preguntarse ¿Aún persiste la Guerra Santa?¿Cómo podría interpretarse?¿Dónde se está llevando a cabo?¿En qué se ha convertido?

 

ii)                La Guerra Santa hoy y la lucha por el poder político.

Siendo un mandato expreso en el Corán y siendo el  libro sagrado musulmán la razón de vida de cualquier fiel a la creencia musulmana, mientras más fundamentalista el creyente, pero, más aún, mientras más antigua la versión del libro que siga, más apegado a sus principios belicistas y a su imposición de la fe por vía de la espada, se estará. Así por ejemplo, el Talibán afgano, apegado dogmáticamente a los contenidos de un libro que data del siglo XI (DC), será absolutamente fiel a ese sistema de valores y creencias, especialmente a la “Guerra Santa” como dogma de fe. De allí sus afanes guerreros, mal interpretados en occidente como “cultura de la guerra”, cuando se trata de una constante “Guerra Santa” contra el enemigo infiel, que no trasciende su fronteras, porque el Talibán no tiene la fuerza suficiente para expandirse hacia la India o Irán, por ejemplo.

Y su vecino Pakistán, bastante más poderoso que aquel, también es musulmán. Sin embargo, el Talibán es sujeto de ataques por parte del Daesh (ISIS), de fe musulmana de escuela contraria y antagónica (fe shiíta versus fe sunita), un conflicto entre facciones que data de más de 1.400 años y aún viviente, pero hoy, más por razones de “expansión territorial” y “control político” shiíta que por fundamento interpretativo e histórico de naturaleza religiosa. Y de allí, extraemos nuestra visión, respecto del tema de la “Guerra Santa” hoy y el control por la imposición del poder político.

Corán, Mahoma y el sistema único de valores y creencias que impone la nación del Islam, más allá de su sentido teleológico, cual es la creación de una sola y mundial nación musulmana, reiteramos, “la nación del Islam”, hoy sirve al propósito estratégico de los grupos armados de la Palestina (Hamás y Hezbolah), los de África profunda (Boko Harám) y los de Filipinas y el archipiélago malayo, por citar varios ejemplos, como mera justificación para la continuación de una guerra, sea interna contra gobiernos nacionales que consideran enemigos o, como, en el caso de Hamás y Hezbolah, para la continuación de una confrontación militar ad nauseam contra un enemigo estratégico y táctico, cual es el Estado de Israel. Para la gran teocracia fundamentalista del medio oriente, la República Islámica de Irán, la “Guerra Santa”, sirva a sus propósitos de expansión de control político en Oriente Medio, así como aquellos derivados de su influencia económica en países no musulmanes, pero que con la penetración de sus nacionales, aspira fundar la nación iraní del Islam, esparcido en pequeñas comunidades que, con el tiempo, puedan constituirse en poderosas e influyentes comunidades iraníes islámicas en los países donde se establezcan.

Más allá de una “Guerra Santa”, Irán conduce una suerte de “Cruzada Islámica Iraní” para posicionarse en el mundo como una suerte de “Potencia Islámica Política y Militar” donde el sistema de valores y creencias políticas, económicas y sociales, con lo religioso de base (el Islamismo) y su libro sagrado de existencia cotidiana (el sagrado Corán), se transforman en instrumentos del poder político y militar, antes que instrumentos propagadores de una fe religiosa. El Quds, el fallecido general Qasem Soleimani, son instrumentos de esa expansión, quienes usan el Corán, al Profeta y a la fe musulmana, para inducir, financiar y entrenar grupos paramilitares de acción terrorista en el mundo, especialmente en aquellas naciones que pudiesen convertirse en enemigos de Israel, pero, esencialmente, del aparato militar y político de Occidente.

En cierto sentido, la teocracia iraní, de facción shiíta, realmente está cumpliendo con el mandato que el Profeta dejase impresa en las letras del Corán “¡Oh creyentes! obedeced a Dios, obedeced al profeta…” y aquella, pero especialmente sus Ayatolah, se piensan “encarnaciones genuinas del Profeta”. De hecho, el primer Ayatolah Ruhollah Musavi Jomeiní, siempre fue visto por el mundo radical islamista (y el jamás hizo esfuerzo alguno para negarlo) como el legítimo sucesor del Profeta Mahoma, en los inicios de la Revolución Islámica iraní.

Conclusiones.

Por todo lo anteriormente expuesto, nos permitimos concluir:

1.      El Islam, Mahoma su Profeta, el Corán y el sistema de valores y creencias que defienden y propalan sus seguidores, es único, excluyente e intolerante con otras aproximaciones religiosas, porque nace desde la intención expresa de su creador (Mahoma) por sintetizar exclusivamente, en una solo corpus religioso, todas las escrituras de las grandes religiones monoteístas de tradición judeo cristiana. Cristianos y judíos, a menos que se conviertan, siguen siendo vistos como infieles, y al infiel solo le espera “…la muerte, el fuego y el infierno…” según palabras del Profeta.

2.      Hoy día el Islamismo, su libro sagrado el Corán y la “Guerra Santa” como prescripción fundamental de escritura y Profeta, sirven de recurso instrumental para la expansión política y militar de la República islámica de Irán en el Oriente Medio, por una parte, y para la justificación de la existencia en el mundo de grupos como Hamás y Hezbolah, organizaciones paramilitares con objetivos políticos y militares, como por ejemplo, la destrucción del Estado de Israel (porque la libertad del pueblo Palestino es apenas un subterfugio asociado a la “Guerra Santa”), que ejércitos de guerreros por la expansión del islamismo en el mundo.

3.      La “Guerra Santa” es apenas una simple justificación. Nada tiene que ver con la guerra que iniciase el Profeta de fondo, pero formidable justificación oportuna, para iniciar acciones de guerra o de terrorismo contra cualquiera, por un mandato islámico de forma. DAESH (ISIS) es el vivo ejemplo de esa “interpretación instrumental” del concepto islámico de “Guerra Santa”. Una banda variopinta de delincuentes de toda laya, “conversos” en buena medida al Islam por conveniencia, que cometen cualquier cantidad de tropelías y barbaridades, en nombre de la “Guerra Santa” contra el infiel. El más descarnado y elemental uso instrumental del Corán, el Profeta y el Islam, para fines inconfesables. 


[1] Asura Primera, aleya 5: “Dirígenos por el camino recto.” Y agrega el comentador: “El sendero recto es el Islam, el ilamismo.” Y el Islamismo proclama: “No hay más Dios que Allah, y Mahoma es su profeta”. Ibídem.Corán.Pág 2.

[2] El libro-fuente con el que se  trabajaron estas líneas, corresponde a aquel conocido como Vulgata, es decir, el documento cuya fuente primaria se atribuye al propio Profeta.

[3] Ibídem.Corán.Pág.1. Nota: las negrillas son nuestras.

[4]El contenido temático del Libro es pues fundamental para entender el Islam y conocer el orden en que fueron tratadas los distintas cuestiones; es indispensable también para juzgar su vigencia en la vida cotidiana de los fieles.” Ibíd.Corán.Prólogo

[5] Ibíd.Corán.Prólogo.

[6] Mulah, Mustif, Iman, Ayatolah son las distintas denominaciones que los líderes espirituales, también en ocasiones líderes políticos y militares, se les dan en las distintas escuelas y/o corrientes islámicas existentes en el mundo árabe.

[7] Ibíd.Corán.Pág.59

[8] Esta hipótesis, hoy día muy difícil de probar, podría sin embargo vislumbrarse en el propio Corán, dónde Mahoma reconoce y hace parte inequívocamente integrante de los orígenes de la fe islámica, a Abraham, Jacob, Moisés y Jesús, a quienes reputa de ser los primeros profetas, siendo Mahoma el último, según su propia afirmación. Al propio tiempo, afirma haber recibido de los arcángeles Miguel y Gabriel, las revelaciones desde las cuales construyó sus versos y, por ende, la verdad que apoya su fe, compendiada en el Corán. En el Asura Segundo, aleya 91, se lee: “Di: ¿Quién se declarará enemigo de Gabriel? Él es quien, con el permiso de Dios, depositó en tu corazón el libro destinado a confirmar los libros sagrados antes de él, para servir de dirección y anunciar felices nuevas a los creyentes.” Mahoma atribuye a Gabriel la revelación y Gabriel, para los judíos de su tiempo, resultaba ser un ángel indeseable, al ser quien anunciara siempre al pueblo judío sus desgracias, según la voluntad de Dios. De modo que Gabriel, enemigo de los judíos, es quien revela la verdad única de Dios a Mahoma. Y en la aleya 92, de la misma asura, se confirma: El que sea enemigo del Señor, de sus ángeles, de sus enviados, de Gabriel y de Miguel tendrá a Dios por enemigo, porque Dios odia a los infieles.” Acaso en este breve pasaje y en este par de aleyas, pudiéramos encontrar una génesis de la justificación del “odio divino” entre árabes musulmanes, cristianos y judíos.

[9] Se dice que Mahoma y los musulmanes triunfan en su defensa a Medina, porque el Profeta hubiese ordenado se cavaran trincheras alrededor de la ciudad, desde dónde asediara a sus enemigos idólatras. Siendo probablemente un recurso táctico y estratégico poco común en ese tiempo, Mahoma sorprendió a propios y extraños por su uso exitoso.

[10] Ibíd.Corán.Pág.15

[11] Ibíd. Corán.Pág.17

[12] Ibíd. Corán.Pág.17

[13] Ibíd. Corán.Pág.17

[14] Ibíd.Corán.Pág.24 Nota: este precepto, esto es, “el de no atacar primero antes de ser atacado” parece no ser observado por los grupos como Hamás y Hezbolah hoy día, posiblemente por dos razones: la primera, podría tratarse de las modificaciones del Corán, que tuviesen lugar luego de que Mahoma sometiese a la Meca, ya que estos versículos corresponden a su tiempo de preparación en Medina, precisamente para la toma mecana, de allí la previsión en el discurso, para no crear temor entre los mecanos. La segunda razón, porque esos grupos militares, trocados en ejércitos que invocan el Islam, tienen más bien objetivos de naturaleza política y militar y, por ende, de obtención de amplias zonas de poder, antes que de estricta observancia de la fe. El Islam solo sirve para dotar de base ideológica, a su discurso y acciones posteriores tras sus objetivos políticos y militares. Uno de esos grandes objetivos político-militares, acaso el único, es la destrucción del Estado Libre de Israel, con preeminencia a la liberación del pueblo palestino.

[15] Ibíd.Corán.Pág.24

[16] Ibíd. Corán.Pág.62

[17] Ibíd. Corán.Pág.62. Nota: Tagut es una de las deidades árabes del politeísmo idólatra, durante los tiempos de Mahoma.  Todas las deidades de la idolatría árabe, eran consideradas por los mahometanos “creaciones y estrategias de Satán” para desviar al pueblo árabe hacia los vicios del juego, la bebida, las mujeres con mácula y la perversión del alma, así como la avaricia, el engaño y el robo.

[18] Ibíd.Corán.Pág.361

[19] Ibíd.Corán.Págs.361 y 362

[20] No debe olvidarse que durante el llamado período histórico de la “Reconstrucción”, luego de la guerra civil estadounidense, se formaron los grupos del “Ku KLux Clan” que confesándose cristianos creyentes y asistentes asiduos a sus respectivas iglesias, asumieron la cruz en llamas como su símbolo, atacando y matando a poblaciones afroamericanas, así como aquellos blancos caucásicos que manifestasen simpatía por sus compatriotas de raza negra. Formados especialmente en los estados segregados del sur, con el patrocinio de las autoridades locales, funcionaron activamente hasta la aprobación de la ley sobre los derechos civiles. La violencia indiscriminada como arma del terror, es instrumental al fanatismo de cualquier signo y/o de quien estuviese interesado en insuflarlo por razones políticas.

[21] Nota: las negrillas son nuestras porque consideramos estas aleyas las más singulares, para explicar los hechos del 7 de octubre de 2023, en los kibutz del sur de Israel.

[22] Ibíd.Corán.Pág.360. Nota: la segunda parte de esta aleya segunda, para los que crean en Mahoma “Dios borrará sus pecados y tornará sus corazones rectos”  resulta de un parecido extraordinario, en el sentido de la fuerza interpretativa de la máxima, con aquella cristiana de Juan 14:6 y relativa a Jesús: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.

[23] Ibíd.Corán.Pág.361. Nota: dice el comentador de la Vulgata, respecto de esta aleya: “Aunque se trate aquí de los infieles contemporáneos a Mahoma y en particular a los de la Meca, este pasaje se aplica después de Mahoma a todos los infieles y forma parte del derecho de guerra musulmán.” Las negrillas son nuestras.

[24] Ibíd.CoránPág.362

[25] Ibíd.CoránPág.362

[26] Ibíd.Corán.Pág.363

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