Domingo Faustino Sarmiento, las elecciones porteñas y la violencia política conveniente. El poder del miedo……
En 1857, mientras en el México de
Juárez, entonces Presidente de la Suprema Corte, el Congreso aprobaba una nueva
Constitución (que, dicho sea de paso, indujo la división de los mejicanos entre
“liberales” y “conservadores”, conduciéndolos inexorablemente a una nueva
confrontación armada conocida más tarde como “La Guerra de los Tres Años” o “Guerra de Reforma” o “Guerra de la
Reforma”), en la ciudad de Buenos Aires se aprestaban para la realización
de un proceso electoral, a los fines de la escogencia de un nuevo gobernador
provincial.
Esta vez, nuestro “notable” protagonista es Don Domingo
Faustino Sarmiento, militar de ocasión, escritor, periodista, poeta y político argentino,
quien llegara a ser presidente de la nación austral y a quien algunos
escritores de manuales escolares, suelen llamar, con rimbombancia, “El Gran Civilizador”.
Así las cosas, en aquel 1857
argentino, el partido “liberal”
gobierna en la ciudad porteña, capital rioplatense que en ese momento se
confronta con el resto de las provincias (litorales y mediterráneas) por la
libre navegabilidad ribereña y la percepción absoluta, como única beneficiaria,
de los derechos aduanales derivados. En consecuencia, en la bella pampa
porteña, se enfrentan, de forma más que contumaz, dos partidos, a saber, los
llamados “pandilleros” liberales y
los “chupatintos” confederados,
también conocidos como “unitarios”.
Los segundos reciben ese mote de los primeros porque “acostumbran hablar de política mientras chupan, en los almacenes, grandes cantidades de vino carlón”. Los segundos, los llaman “pandilleros” precisamente por sus “comportamientos políticos”. Y sobre aquellos, vamos a transcribir parte de una carta que “el gran modernizador” Sarmiento, a saber, liberal mitrista confeso (seguidor del entonces coronel Bartolomé Mitre), le envía a su amigo Domingo de Oro sobre “las eficientes prácticas” de los liberales para alcanzar “tan aplastante triunfo electoral”:
“Nuestra base de operaciones ha sido la audacia y el terror, que
empleados hábilmente, han dado este resultado admirable e inesperado”.
Más adelante añade esta “pitancita”, que se la permite la
condición de poseedor del gobierno provincial, en sus augustas manos de
intelectual y poeta, mientras se realiza un nuevo proceso electoral provincial:
“…bandas de soldados armados recorrían de noche las calles de la
ciudad, acuchillando y persiguiendo a los mazorqueros, en fin, fue tal el
terror que sembramos en toda esta gente, con estos y otros medios, que el día 29 triunfamos sin oposición.”
Por “mazorqueros” entendían los “pandilleros”
a los partidarios de la Confederación, dado que la gran mayoría, en las otras
provincias, se dedicaba a las actividades de la agricultura, más no a la
ganadería estanciera, núcleo comercial de la “oligarquía porteña”, como solía llamarla entonces su contraparte.
Finalmente, “el gran bardo porteño”, cierra con esta “profunda reflexión” bien práctica por cierto:
“El miedo es como una enfermedad
endémica en este pueblo; esta es la gran palanca con la que siempre se
gobernará a los porteños; manejada hábilmente, producirá infaliblemente los
mejores resultados.”
El espejo inexorable de la
historia, nos muestra el rostro de nuestra inveterada alma política.
¿Trascenderemos algún día estos “comportamientos
políticos” o hacen parte de nuestros grotescos fantasmas? Ya se verá en el
futuro inmediato. Mientras tanto…
(Fuente: Ramos, Jorge
Abelardo; Revolución y contrarrevolución
en la Argentina. Tomo I. DISTAL. Buenos Aires, 1999. Pág.124)
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